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Barroco en América Central


El barroco en américa central

El barroco vino al continente Americano por medio de los españoles; por lo que hizo que este alcanzara su mayor expresión durante el siglo XVIII, al mezclarse con los diversos aportes indígenas. Esta mezcla da origen a un estilo muy característico que ayuda a enriquecer las fachadas de los edificios debido a su decoración; denominándose como estilo Ultrabarroco. Este estilo se hizo totalmente americano al incorporar lo natural a los diversos elementos decorativos de cada región.
Se desarrolló de una manera más resaltante en México, donde pasa de ser una imitación del estilo Español a un estilo propio, aportando nuevos elementos característicos del indígena, lo que hace que el barroco se convierta en un barroco Hispano-indígena.
Las civilizaciones indígenas más importantes del continente Americano, Mayas, Incas y Aztecas, se ven influenciadas por los españoles, en el momento de su llegada a dicho continente. Es por eso que México y Guatemala se consideran como los lugares más importantes donde se desarrolla con mayor importancia este estilo.
Características del barroco

Ø  La arquitectura y su patrón estético lo marcaban las condiciones del medio físico.
Ø  Es esencialmente decorativo.
Ø  Posee color, a través de la piedra, el ladrillo la tintura, la yesería.
Ø  En las pinturas se combinaron las formas decorativas indígenas con las europeas.
Ø  En cuanto a la escultura se caracterizaba por ser ornamental, un estilo extremadamente recargado.
Arquitectura

Las construcciones por lo general en el barroco europeo eran  alargadas en cuanto a sus fachadas las cuales a su vez se encuentran delimitadas por dos grandes torres. En estas construcciones son características las cúpulas sobre tambores octogonales y decorados con cerámicas vidriadas.
Los colores son otro elemento importante del barroco colonial, mostrándose a través de la piedra, el ladrillo revocado en blanco, la pintura con un tono de óxido rojo, el yeso policromado y los azulejos.
Las primeras construcciones que se originaron en América, fueron las que recogían formas renacentistas, pero se mezclaron con los gustos indígenas y dieron origen a una arquitectura característica del lugar. Así mismo fueron entrando al continente americano diversos estilos artísticos viéndose cada uno de ellos influenciado, ya que se desarrollaron de una manera muy distinta que en Europa.
Las civilizaciones indígenas más importantes del continente Americano, Mayas, Incas y Aztecas, se ven influenciadas por los españoles, en el momento de su llegada a dicho continente. Es por eso que México y Guatemala se consideran como los lugares más importantes donde se desarrolla con mayor importancia este estilo.        
Por otro lado en las colonias se destacan las viviendas con volados recubiertos con celosías. Las construcciones occidentales poseen perfiles más bajos debido a los continuos terremotos que se producían en el sector, es por esta razón también que se emplean muy rara vez las cúpulas, la cual se sustituye por una armadura de madera conocida como mudéjar

Durante esta época ya los españoles eran aceptados y los pueblos indígenas eran más pacíficos, lo que hace que la influencia europea se haya asumido de mejor manera, pero influyendo siempre en las costumbres y formas, en todas las obras artísticas; produciéndose así el llamado Ultrabarroco, por la exageración de las formas de dicho arte y de manera muy especial en las decoraciones.
Pintura

La pintura trata de seguir las tendencias españolas de una manera más fuerte que la arquitectura. Entre los colores más utilizados se encuentra el pardo, el cual fue puesto de moda por los tenebristas. Dicho estilo destaca de gran manera en las composiciones pero con las variaciones de la poca importancia de la luz por lo que no se llegaron a mover las figuras, al igual que no se realizaron perspectivas aéreas.
Las mezclas de las técnicas del renacimiento con el barroco fueron hechas por los pintores coloniales. De la misma manera se podía observar en un mismo cuadro composiciones estructuradas en un primer plano con líneas verticales y horizontales muy características del renacimiento y en un segundo plano nubes o diversas figuras con movimientos oblicuos las cuales buscan espacios más allá del marco, que era muy típico del barroco.
Otra característica de las pinturas barrocas coloniales es la ingenuidad poética, al igual que tratan de traducir de una manera amplia la mezcla del carácter ornamental, típico de este estilo.
Escultura

  
La escultura de dicho período es mucho menos importante que la arquitectura, ya que la mayoría de las estatuas encontradas en las iglesias eran traídas de España, específicamente de la escuela de Sevilla, por lo que influyó de gran manera en el arte colonial americano. A pesar de esto se produjeron diversas tallas de madera policromadas con influencia andaluza, pero con innovaciones indígenas.  En américa central la escultura es muy pobre prácticamente hasta el siglo XVIII, hasta donde aparecen un grupo de personas con estímulo a esculpir.
Exponentes del barroco en Centro América.
Sor Juana Inés de la Cruz
    
Nació en  México en el año 1651, era una escritora mexicana. Fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años. Admirada por su talento y precocidad, a los catorce fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición y habilidad versificadora.
Pese a la fama de que gozaba, en 1667 ingresó en un convento de las carmelitas descalzas de México y permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por problemas de salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez definitivamente. Dada su escasa vocación religiosa, parece que sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales.
Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés, cuya obra introdujo en el virreinato, y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad.
En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, en los que se aprecia la influencia de Góngora y Calderón, hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.
Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que azotó México en el año 1695.
La poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante, y al mismo tiempo introdujo elementos analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del siglo XVIII.
Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz
La Sentencia del Justo
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias

A una Rosa

Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.

Hernando Domínguez Camargo
  
Nació en Santafé de Bogotá, 1606 y murió en Tunja en el año 1659. Fue un poeta y jesuita colombiano de origen español cuya poesía se inscribe en el culteranismo barroco que inició Góngora en España.
Era hijo de Hernando Domínguez, natural de Medina de las Torres, y de Catalina Camargo Gamboa, natural de Bogotá pero originaria de Mompós. Su padre falleció cuando contaba doce años de edad. Domínguez Camargo estudió en el colegio de los jesuitas; poco tiempo después, en mayo de 1621, ingresó en la Compañía de Jesús y, transcurridos dos años, recibió los votos.
Como el colegio jesuita de dicha ciudad afrontaba numerosos problemas de sostenimiento a causa de lo tardío de su fundación, el provincial de la orden envió a Quito a un grupo numeroso de alumnos, entre los que figuraba Domínguez. El joven jesuita debió recibir una gran impresión de este territorio, que recordó luego en el poema A un salto por donde se despeña el arroyo de Chillo, y también en la Invectiva apologética, una reflexión sobre la creación poética en la que aludió a la hacienda que la Compañía tenía en Chillo.
Domínguez regresó posteriormente al Nuevo Reino, pero a la ciudad de Cartagena, en cuyo colegio jesuita estuvo viviendo; allí fue donde emprendió realmente su obra poética. A modo de ejemplo puede recordarse su poema Al agasajo con que Cartagena recibe a los que vienen de España. Algo importante le ocurrió en esta ciudad, aunque se desconoce, que lo impulsó a abandonar la Compañía de Jesús el año 1636.
No renunció, en cambio, a su categoría sacerdotal, pero abandonó la costa y se trasladó al interior. En 1636 fue párroco de Gachetá, luego de Tocancipá y Paipa y en 1650 de Turmequé. Más tarde fue cura beneficiado de la iglesia parroquial de Tunja. El 18 de febrero de 1659 hizo testamento en esta ciudad y, pocos meses después, fallecía.
Fue enterrado en la capilla del Rosario de la Iglesia de Santo Domingo.
Poemas de Hernando Domínguez Camargo
A la muerte de Adonis


En desmayada beldad
De una rosa, sol de flores,
Con crepúsculos de sangre
Se trasmonta oriente joven.

Cortóla un dentoso arado
Que, a no ser de ayal torpe,
Por la púrpura que viste,
Le juzgara marfil noble.

Cerdoso Júpiter vibra
Rayos, marfil, sobre Adonis,
Y el alma que trae de Venus
Hiere más, mientras más rompe.

Espumoso coral vierte
Que en verde esmeralda corre,
Mar de sangre en quien a Venus
Naufragio prepara Jove.

Verdugo monstruo ejecuta
De inflexible Dios rencores,
Y siendo amor el vendado,
Son cadahalsos los montes.

«¡Ay!, fiera sangrienta, dice,
Si asegundarte dispones,
Advierte que en la de Venus
No en mi vida, has dado el golpe.

Y matar una mujer
Con hazaña tan enorme,
Más para escupida es,
Que para esculpida en bronce».

Con esto se vino a tierra
Esta hermosura Faetonte,
Y exhala beldad, ceniza
Del sol que agoniza ardores.

De la herida a la ventana
El alma, al golpe, asomóse
Y aunque halló en la sangre escalas
Saltó atrancando escalones.

Cuando de cansar las fieras,
Ciudadanos de los bosques,
Venía la diosa Venus
Guisando a su amante amores.

Perlas desata en la frente,
Y su cuerpo exhala olores,
Que en amorosa porfía
Mejillas y aire recogen.

Juega la túnica el viento
Y entre nube holanda expone
Relámpagos de marfil,
Migajas de perfecciones.

Arroyo de oro el cabello,
Libre por la espalda corre,
De la cual pende un carcaj,
Vientre de dardos veloces.

Duplica en la espalda flechas,
Rigores ostenta dobles,
Bruñido dardo a las fieras,
Sutil cabello a los hombres.

Al pequeño pie el coturno
Le pone armiñas prisiones,
blando muro a dura espina
Que a tanta beldad se opone.

Fuentes le abrió de coral,
Quizá previniendo entonces,
Que tanto fuego tuviese
Por la sangre evacuaciones.

Hilos de rubí desata
Para que su nieve borden,
Con que en la tez de las rosas
Lácteos purpureó candores.

Ramos de sangre en tal cielo
Fueron cometas atroces
Que le escribieron desastres
En tan sangrientos renglones.

Espoleóle a su desgracia
Con la espina y arrojóse
Desde el risco del amor
Al zarzal de confusiones.

Trajinaria de distancias,
La vista escudriña el orbe,
Ve un atleta con la muerte
Luchando en rojas unciones.

A Adonis vio, jaspe yerto,
Por lo manchado y lo inmoble,
Y por dudar lo que ve,
Adrede le desconoce.

Asómase toda el alma
A los ojos, conocióle,
Y por dudar y engañarse,
Con engaños se socorre.

Beber la muerte en sus labios,
Cervatilla herida, escoge,
Muerte bebe en barro y vida
En boca rubí propone.

A voces le encaña el alma
Y a la de Adonis, sus voces,
Como se va por la herida,
Son a su prisa empellones.

Mira al cielo de su rostro,
Que alumbraban zarcos soles,
Y halla que a eclipsarlos vino
La luna de su desorden.

De las mejillas, que en rosas
Desabrocharon botones,
Si bordados, no alelíes,
Cárdenas violetas coge.

El panal dulce del labio,
Que entre ambrosia daba olores
Si es ámbar flor maltratada,
Hiel al néctar corresponde.

Mas las víboras de sangre,
Que se arrastran por las flores,
Nueva Eurídice, la muerden,
Miembros de mármol la ponen.

Rabiosamente se arroja,
Y es el remedio que escoge,
Beberle en la boca el mismo
Veneno que la corrompe.

La boca avecina al labio,
A heredarle el alma, adonde
Como llegó Venus muerta,
Alterna muerte matóles.

Ay Píramo!, ay, Tisbe nueva!
Riscos ablandáis que os lloren,
Pues caváis en una herida
Hoyo a dos vidas conforme.

Con las palabras enjagua
Y dando nieve en sudores,
Con cansados huelgos dice
Estas quejas a los dioses:

«¡Ay Dios bronce!
¡ay Dios diamante!
¡ay Júpiter!, cuando adores
A Europa toro, oro a Dafne,
Tus amores se malogren.

¡Ay, Apolo vengativo!,
Cuando con pies voladores
Sigas a Dafne, de ingrato
Laurel tus sienes corones.

¡Ay!, náufraga vida mía!,
Que un mar bermejo te sorbe
Y en la roca de la muerte
Te estrellas ya sin tu norte».
Dijo, y por la herida misma
Hasta el corazón entróse,
Que aún más allá de la vida
Un dulce amor se traspone.

A un salto por donde se despeña el arroyo de Chillo

Corre arrogante un arroyo
por entre peñas y riscos,
que, enjaezado de perlas,
es un potro cristalino.
Es el pelo de su cuerpo
de aljófar, tan claro y limpio,
que por cogerle los pelos,
le almohazan verdes mirtos.
Cíñele el pecho un pretal
de cascabeles tan ricos,
que si no son cisnes de oro,
son ruiseñores de vidrio.
Bátenle el ijar sudante
los acicates de espinos,
y es él tan arrebatado,
que da a cada paso brincos.
Dalen sofrenadas peñas
para mitigar sus bríos,
y es hacer que labre espumas
de mil esponjosos grifos.
Estrellas suda de aljófar
en que se suda a sí mismo,
y atropellando sus olas,
da cristalinos relinchos.
Bufando cogollos de agua,
desbocado corre el río,
tan colérico, que arroja
a los jinetes alisos.
Hace calle entre el espeso
vulgo de árboles vecino,
que irritan más con sus varas
al caballo a precipicio.
Un corcovo dio soberbio,
y a estrellarse ciego vino
en las crestas de un escollo,
gallo de montes altivo.
Dio con la frente en sus puntas,
y de ancas en un abismo,
vertiendo sesos de perlas
por entre adelfas y pinos.
Escarmiento es de arroyuelos,
que se alteran fugitivos,
porque así amansan las peñas
a los potros cristalinos.

Pedro de Oña
  
Hijo del capitán burgalés Gregorio de Oña, que pasó a Chile en 1558, y de Isabel de Villegas y Acurcio. Fallecido su padre en un enfrentamiendo durante la guerra de Arauco, fue trasladado a Lima, donde obtuvo una beca asignada al Real Colegio de San Felipe y San Marcos (1590), y se graduó de Licenciado en Artes. Desde su infancia sintió apego a la literatura.
A las órdenes de Pedro de Arana, participó en una expedición enviada a Quito para sofocar la rebelión iniciada contra las alcabalas (1593). A su retorno, inició en la Universidad Mayor de San Marcos el curso de Teología. Nombrado corregidor de Jaén de Bracamoros, el 3 de mayo de 1596, presentó el manuscrito del Arauco Domado al Cabildo de la ciudad (7 de junio de 1596) para que lo revisase Leonardo de Larringa, y parece que ejerció la corregiduría hasta 1602.
Luego viajó a Charcas, siguió a Santiago del Estero y Córdoba adonde llegó en junio de 1606. Posiblemente se embarcó en Buenos Aires para visitar España, pues en la península asumió la representación de la Academia Antártica al suscribir uno de los poemas laudatorios que Diego Mexía de Fernangil insertó en los preliminares de su Parnaso antártico (1608).
Retornó a Lima y fue nombrado corregidor de Yauyos (desde julio de 1608 hasta octubre de 1610), y hallándose de licencia, fue testigo del violento temblor que azotó Lima en 1609. Luego pasó al Cuzco, donde fue corregidor de vilcabamba (1615-1617) y de Calca (hacia 1630). Allí terminó un extenso poema histórico en 1635, y aún vivía hacia 1643.
Además, fue quien introdujo una variante de estrofa de ocho versos: la octava de Pedro de Oña, que se compone de ocho endecasílabos en rima consonante ABBA ABCC. Es una modificación de la octava real producida por su cruce con la copla de arte mayor.
Poemas de Pedro de Oña
El arauco domado (canto XI - fragmentos)
Si pluma y vista de águila tuviera
pluma con que romper el vacuo seno
y vista para ver el sol de lleno,
seguro de temor volara y viera,
o si tan remontada no estuviera
la soberana cumbre do me estreno,
prestárame el trabajo sus escalas
o me valiera entonces de mis alas.

Así volvió rabiando nuestra gente
y ardiéndose en coraje de corrida
por verse de los bárbaros corrida
a vista de su ejército potente,
el cual, como el contrario ve de frente,
entrársele con furia esmedida,
movió su fuerza toda a recibillo
habiéndolo mandado su caudillo.

Mas el furor y estrépito era tanto
con que el poder incrédulo venía
que, salvo el valor de don Garcia,
en otro cualesquier causara espanto.
Estuvo por los suyos puesto a canto
de peligrar su crédito aquel día,
por solo haber tenido tal desorden
a no le hallar los bárbaros el orden.
..........
Como las ondas temidas que vienen
sus vientres más que hidrópicos alzando
y el trono celestial amenazado
en dando con las peñas se detienen;
y como allí les hacen que se enfrenen
en su dureza el ímpetu quebrando
se ven así quebrar las Indas olas,
llagadas a las peñas españolas.

Mas bien, como esas ondas no pudiendo
romper por las barreras peñascosas,
revientan de coraje y espumosas
están, aún siendo frígidas, hirviendo,
así los enemigos no rompiendo
las contrapuestas armas poderosas
comienzan a hervir con nueva rabia
subiendo ya su cólera a la gabia.

Revuélvanse con los campos en un punto
el poderoso Arauca y fuerte España,
cuya mezclada sangre al suelo baña,
nadando en ella el vivo y el difunto.
El humo, el fuego, el polvo todo junto
al sol, al cielo, al aire a la campaña
ofusca, ciega, turba y oscurece
y el mar de tanto golpe se ensordece.
..........

Juan Bautista Aguirre

Fue hijo del capitán de milicias Carlos Aguirre Ponce de Solís y de Teresa Carbo Cerezo,ambos guayaquileños. Estudió en Quito, en donde residió treinta años, casi la mitad de su vida. En 1758 ingresó en la Compañía de Jesús.
Enseñó en Quito en la Universidad de San Gregorio Magno hasta que los jesuitas fueron expulsados de Hispanoamérica en 1767. El 20 de agosto de ese año partió de Guayaquil con rumbo a Faenza, Italia, lugar de confinamiento para los jesuitas quiteños.
Ya en Italia, fue superior del convento jesuita en Ravena y rector del colegio en Ferrara. Luego de extinguida la orden de los jesuitas por el Papa Clemente XIV en 1773, fijó su residencia en Roma bajo el pontificado de Pío VI. Fue amigo del obispo de Tívoli, monseñor Gregorio Bamaba Chiaramonti, futuro Pío VII.
Poemas de Juan Bautista de Aguirre
A Una Rosa
En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuando en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz activa.

De nacarado incendio es llama viva
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.

Rosas, escarmentad: no presurosas
anheléis a este ardor, que si autoriza,
aniquila también el sol, ¡oh rosas!

Naced y vivid lentas; no en la prisa
os consumáis, floridas mariposas,
que es anhelar arder, buscar ceniza.

De púrpura vestida ha madrugado
con presunción de sol al rosa bella,
siendo solo una luz, purpúrea huella
del matutino pie de astro nevado.

Más y más se enrojece con cuidado
de brillar más que la encendió su estrella,
y esto la eclipsa, sin ser ya centella
que golfo de la luz inundó al prado.

¿No te bastaba, oh rosa, tu hermosura?
Pague eclipsada, pues, tu gentileza
el mendigarle al sol la llama pura;

y escarmienta la humana en tu belleza,
que si el nativo resplandor se apura,
la que luz deslumbró para en pavesa.

A unos ojos hermosos

Ojos cuyas niñas bellas
esmaltan mil arreboles,
muchos sois para ser soles,
pocos para ser estrellas.

No sois sol, aunque abrasáis
al que por veros se encumbra,
que el sol todo el mundo alumbra
y vosotros le cegáis.

No estrellas, aunque serena
luz mostráis en tanta copia,
que en vosotros hay luz propia
y en las estrellas, ajena.

No sois lunas a mi ver,
que belleza tan sin par
ni es posible en sí menguar,
ni de otras luces crecer.

No sois ricos donde estáis,
ni pobres donde yo os canto;
pobres no, pues podéis tanto,
ricos no, pues que robáis.

No sois muerte, rigorosos,
ni vida cuando alegráis;
vida no, pues que matáis,
muerte no, que sois hermosos.

No sois fuego, aunque os adula
la bella luz que gozáis,
pues con rayos no abrasáis
a la nieve que os circula.

No sois agua, ojos traidores,
que me robáis el sosiego,
pues nunca apagáis mi fuego
y me causáis siempre ardores.

No sois cielos, ojos raros,
ni infierno de desconsuelos,
pues sois negros para cielos
y para infierno sois claros.

Y aunque ángeles parecéis,
no merecéis tales nombres,
que ellos guardan a los hombres
y vosotros los perdéis.

No sois diablos, aunque andáis
dando pena a los que vieron,
que ellos del cielo cayeron,
vosotros en él estáis.

No sois dioses, aunque os deben
adoración mil dichosos,
pues en nada sois piadosos
ni justos ruegos os mueven.

Y en haceros de este modo
naturaleza echó el resto,
que, no siendo nada de esto,
parece que lo sois todo.

Gaspar Pérez de Villagrá


Gaspar Pérez de Villagrá (1555-1620) nació en la Puebla de los Ángeles, estudió en Salamanca y participó en los sucesos por él descritos en la conquista de Nuevo México, siendo capitán de la expedición encabezada por Juan de Oñate, iniciada en 1598, que cruzó el Río Grande hacia el norte cerca de las actuales Ciudad Juárez y El Paso. Narraciones antecedentes sobre la misma zona de los actuales Estados Unidos son encontradas en Cabeza de Vaca o Vázquez de Coronado, entre otros.

La Historia de la Nueva México (1610) por él escrita es la primera obra literaria épica concerniente al actual territorio de los Estados Unidos, que desarrolla el enfrentamiento de los conquistadores con los pueblos nativos, narrando entre otras cosas el ataque a Acoma. El punto de vista de Pérez de Villagrá difiere sustancialmente del de los nativos americanos, recogido en la tradición oral. Formalmente, es reseñable el uso del verso endecasílabo en la obra.
Poemas de Gaspar Pérez de Villagrá

Y así, cual los arroyos que de paso
Refrescan las Riberas y lebantan
Graciosas arboledas y las visten
De tembladoras hojas y entretejen
Diuersidad de flores olorosas,
Amenos prados, frescos deleitosos
Y sombras apazibles agradables,

 Requirieron los puestos, y notaron,
Que estavan ya los altos de las casas,
Tomados y ocupados, y assi luego,
El General a voces mandó fuessen,
Algunos Capitanes, y mirasen,
Que gente fuesse aquella, y que destino,
En aquel puesto, puesto los avía,
Mas luego doña Eufemia valerosa,
Hizo seguro el campo con las damas,
Que en el real avía, y fue diziendo,
Que si mandaba el General bajasen,
Si assegurar querían todo aquello,
Que todas ocupavan y tenían,
Con esto el General con mucho gusto,
Dándose el parabien de aver gozado,
En embras un valor de tanta estima,
De toda aquella cumbre, y asi todas,
Las bravas amazonas, assi juntas,
Largando por el ayre prestas valas,
Con gallardo donaire passeaban,
Los techos y terrados lebantados,
…Y visto de los contrarios el recato,
Bolvieron las espaldas sin mostrarse...

GEOVANY ALEXANDER GUARDADO DERAS 
2 BACHILLERATO ''C''

1 comentario:

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